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Síndrome de la Impostora: un golpe constante a tu autoestima

Imagen de Freepik

La euforia inicial de aceptar una oportunidad extraordinaria se desvanece rápidamente, dejando paso a la incertidumbre y los nervios. La pregunta que resuena en tu mente es clara: ¿Realmente merezco este reconocimiento, o fue pura casualidad que todo saliera bien? 

Qué es el síndrome de la impostora

El síndrome de la impostora es una sombra que amenaza la autoestima y la confianza personal. La duda constante sobre tu potencial y la sensación de no ser merecedora de tus logros se intensifican, dando vida a un nuevo miedo: ser descubierta como un fraude.

Funciona como un círculo vicioso: minimizas tus éxitos y te sientes que no eres merecedora de ellos. Te cuesta señalar tus fortalezas y relacionas cada victoria con un factor externo. Crees que no ha sido gracias a tu capacidad, sino a la suerte, al sobreesfuerzo quizás. Al sentirte incapaz de realizar tus actividades, aumenta tu frustración y, a su vez, la culpa por haber recibido laureles. Nuevos obstáculos que aumentan la pantalla que te bloquea y te impide continuar eficazmente.

La autoestima juega un papel clave en el origen de estos obstáculos. De esta manera, Elisabeth Cadoche y Anne de Montarlot, autoras del ensayo El síndrome de la impostora: ¿Por qué las mujeres siguen sin creer en ellas mismas?, subrayan la enorme influencia entre nuestra autoestima, la confianza en nosotras mismas y la manera en que nos vemos. ¿Cómo nos hablamos y evaluamos? ¿Utilizamos con nosotras los mismos baremos que con el resto de personas?

Varias impostoras, mismo autoboicot

Las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes fueran las precursoras de este término cuando, en 1978, publicaron un influyente artículo titulado El Fenómeno del Impostor en Mujeres de Alto Rendimiento: Dinámicas e Intervención Terapéutica.

Posteriormente, en 2011, la renombrada doctora Valerie Young, amplió la definición de síndrome de la impostora en su libro Los pensamientos secretos de las mujeres exitosas: por qué las personas capaces sufren el síndrome del impostor y cómo prosperar a pesar de ello. En el estudio, Young investigó a un grupo de mujeres con logros muy notables, descubriendo que, a pesar de ellos, la gran mayoría de las participantes experimentaban una gran desconfianza en sí misma.

Como consecuencia, vivían en un contante miedo a ser descubiertas y expuestas por los demás como un fraude o no merecedoras de sus éxitos. Aunque este sentimiento era generalizado, Young identificó diferentes comportamientos y efectos asociados al síndrome de la impostora y los categorizó en cincos grupos distintos: la perfeccionista, la experta, la individualista, la genia natural y la superhumana.

La psicóloga e ilustradora Nataxa Ruzafa explica los distintos grupos a través de estas ilustraciones:

Las causas detrás del síndrome

Una de las principales dudas ante este fenómeno es si se trata de una enfermedad mental. En la actualidad, el síndrome de la impostora no está clasificado como enfermedad mental en los manuales diagnósticos como, por ejemplo, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-5).

Este síndrome es considerado un fenómeno psicológico que afecta directamente a la percepción individual de cada persona. En cuanto al origen, influyen diversos factores psicológicos y sociales, así como experiencias personales y dinámicas culturales.

La adolescencia y, en especial, la infancia son etapas donde los más jóvenes comienzan a construir la relación consigo mismos, siendo influenciados por el trato y los elementos que observan en sus contextos. La exposición a duras críticas, falta de apoyo o a un ambiente donde los elogios están condicionados al rendimiento influyen en el desarrollo de una imagen distorsionada. Asimismo, la necesidad constante de buscar aprobación y la dificultad para internalizar los éxitos durante estas etapas se reflejan con posterioridad en la adultez.

Por otro lado, las presiones sociales y las expectativas de género también contribuyen al síndrome de la impostora, especialmente en las mujeres. Nuestra crianza, educación y socialización ha sido radicalmente diferente a la recibida por los hombres, imponiendo expectativas y exigencias desiguales desde una edad temprana.

Históricamente relegadas a roles confinados al ámbito privado y sometidas a estándares de belleza, rendimiento y perfección, las mujeres hemos internalizado la necesidad constante de demostrar nuestra valía, tanto en el aspecto físico como en el cognitivo. Mientras, nos acompaña la sensación de no ser suficientemente buenas, alimentando el miedo a ser descubiertas como fraudes, caer en la imperfección y, en consecuencia, recibir desaprobación o decepción en nuestro entorno social o laboral.

A pesar de la incorporación de las mujeres al mercado laboral en las últimas décadas, persisten desigualdades de género que plantean interrogantes sobre las verdaderas oportunidades de las mujeres para acceder a los espacios públicos. Especialmente, cuando se tratan de espacios laborales o sociales que requieren asumir dotes de poder y liderazgo.

Fotografía de cuatro mujeres hablando sentadas en una mesa. Las dos mujeres del medio son negras y tienen el pelo afro. Las mujeres de la izquierda y la derecha son blancas y tienen el pelo negro.
Photo by RF._.studio on Pexels.com

Esta ausencia de oportunidades, así como de visibilidad de referentes femeninos en roles de dirección, unida a las tradicionales expectativas asociadas a la feminidad contribuyen, aún en la actualidad, a la construcción de la autoestima y la forma en que las mujeres enfrentan el mundo.

Por ello, aunque no es una condición clínica formal, es necesario entender el peso de los componentes sociales y familiares, así como de los significativos efectos del síndrome de la impostora en nuestro bienestar emocional y autoestima. La sensación constante de ser un fraude y la falta de confianza pueden generar ansiedad, estrés y otros desafíos emocionales.

Asimismo, siempre es importante recordar que, cuando lo necesites, las intervenciones psicológicas y el apoyo emocional son herramientas beneficiosas para abordar los efectos del síndrome de la impostora y promover una percepción más saludable de una misma.

Se observa el dibujo de una parte del rostro de una chica con piel rosa y ojos negros. Tiene el pelo azul. Lleva gafas de sol negras con líneas blancas, bajadas para que se le vean los ojos.

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